En tiempo de Pandemia: Teletrabajo y dolor de espalda, una nueva realidad

Mucho ha cambiado nuestra vida en los últimos meses. Desde que, el pasado mes de marzo, la pandemia declarada a raíz de la COVID-19 obligó al mundo a restringir las salidas y el desplazamiento para evitar la propagación masiva. Han sido muchos los cambios que se han establecido a nuestro alrededor. Algunos de ellos, de hecho, parece que han venido para quedarse con nosotros durante una buena temporada. 
En el centro de la vorágine, las empresas han tenido que diseñar soluciones de emergencia para que todo siga funcionando, y por encima de muchas otras medidas, el Teletrabajo ha sido la más popular. Pero ojo, no hablamos solo de grandes multinacionales. También en mayor o menor medida pequeñas empresas, docentes, sanitarios y otras profesiones que normalmente no nos hubiéramos planteado, han comenzado a trabajar desde casa.
Ahora que nos estamos adaptando a «la nueva normalidad», parece un hecho que esta modalidad de trabajo va a seguir siendo parte de ella al menos un tiempo más. Esto ha hecho que muchos empiecen a plantearse cosas tan importantes como readaptar el espacio en sus hogares, conseguir nuevos equipos informáticos, mejorar la conexión de internet e incluso adoptar una mascota. Pero lo que es también un hecho que pronto surgirá aunque no lo hayan planeado, es la preocupación de cómo van a lidiar con el dolor de espalda. 

Adaptarse es la única opción

Trabajar desde el domicilio implica en muchas ocasiones largas jornadas que no todo el mundo sabe gestionar. Es importante, en este caso, saber manejar los tiempos, los descansos y, sobre todo, mantener una postura corporal correcta. Esto último es especialmente importante ya que en muchas ocasiones trabajaremos desde lugares que no han sido pensados inicialmente para ello: el sofá, la cama, la mesa de la sala o la cocina, o en un buen día de sol, desde una tumbona en la terraza si disponemos de ella… Lo que es una realidad es que no todo el mundo tiene la suerte de disponer de un despacho en su domicilio. 
Empecemos por lo básico: Ni el sofá ni la cama son lugares para trabajar. Parece un chiste, pero es grande la cantidad de personas que acuden a consultar a su médico con dolores de cuello, espalda, adormecimiento de manos, e incluso dolores referidos al pecho, por estos malos hábitos posturales. La cama es para dormir, no para trabajar. Estar tumbado, sea en el lugar que sea, obliga a que flexionemos cuello y espalda para mirar el equipo de trabajo, además de que tenemos que mantenerlo sujeto e interactuando con él, forzando el tren motor superior. Es a todas luces, una “postura forzada”, y su mantenimiento en el tiempo puede generar, aparte de fatiga muscular, un sobreesfuerzo de las zonas afectadas, generando dolores musculares que de mantenerse en el tiempo pueden tener consecuencias mayores. 

Y ahora que sabemos lo que no debemos hacer… ¿cómo lo solucionamos?

Veamos: La postura ideal en una silla sería aquella en la que tuviéramos tres puntos de apoyo. Es decir: colocar el trasero en el asiento bien pegado atrás, la espalda en el respaldo y los pies en el suelo, para tener contacto con la tierra y un punto de referencia para nuestro equilibrio y el reparto de cargas.
Esto que parece muy sencillo, e incluso obvio, es algo que aun sabiéndolo se nos olvida y con el paso de las horas empiezan a aparecer molestias en la zona lumbar que acaban trepando hasta el cuello y convierten nuestro día en una tortura. 
Una de las soluciones para ayudarnos a mantener esa postura correcta pasa por elegir bien el lugar de trabajo como ya hemos dicho. 
Una mesa demasiado alta con una silla muy baja, nos obligará a estirarnos y tensionará nuestro cuello y hombros. Al final del día, la contractura estará asegurada. El  caso contrario, una silla muy alta y una mesa muy baja afectaría por el contrario a nuestra zona lumbar, pues nos obligaría a arquear todo el tiempo la espalda y el cuello. Que nadie se sorprenda si al levantarse al final de la jornada tarda varios minutos en dejar de parecerse al “Jorobado de Notre Dame”.
Este tipo de posturas mantenidas afectarán a la larga a nuestra estática corporal, afeando nuestra postura, y lo que es peor, causándonos con el tiempo lesiones discales que comprometerán nuestra salud física. 
Por tanto, la solución pasa por conseguir un equilibrio: una mesa en la que decidamos trabajar con una altura óptima y contar con una silla cuya altura podamos modificar (o asiento ergonómico). Si estamos sentados correctamente a la altura adecuada, el resto de nuestro cuerpo se adecuará a la situación. Nuestros antebrazos y muñecas reposarán sobre la mesa sin sobrecargar los hombros y el cuello. 
Una vez conseguido esto, colocaremos el resto de cosas. La pantalla del ordenador debe estar justo frente a nuestros ojos. Bien sentados, miramos al frente, y justo hacia donde se dirija nuestra mirada será el punto donde tiene que estar la pantalla. Si es necesario, calzaremos la pantalla con lo que nos ocurra: libros, paquetes de folios, muebles auxiliares… Esto es muy importante porque si no, todo lo que hemos hecho anteriormente no servirá de nada. El resto de utensilios de trabajo: bolígrafos, rotuladores, carpetas, dossieres, material de oficina vario… procuraremos colocarlo cerca y en lugares accesibles, que no impliquen movimientos forzados para alcanzarlos, sobre todo si tienen un peso elevado.

Porque no todo es trabajar, también hay que saber cuándo y cómo descansar

Y ahora que estamos cómodamente instalados hay algo que debemos recordar que atañe no sólo a la salud física, sino también a la mental: los descansos.
En España, existe el Real Decreto de 1997 que regula el trabajo con pantalla de visualización de datos y recomienda en el entorno laboral levantarse cada dos horas y hacer una pausa periódica. Pues si lo pensamos un poco, en nuestro domicilio escasamente adaptado, debemos reducir ese período y recordar hacer pequeños descansos frecuentes tras no más de una hora seguida de trabajo: Cinco minutos cada hora bastan, un pequeño paseo por el pasillo, nos bebemos un vaso de agua en la cocina y continuamos.
Además sería recomendable incorporar a nuestra rutina de trabajo ejercicios de estiramiento. Con ellos conseguiremos tonificar el cuello, el tren motor superior, la región lumbar y el tren motor inferior. Existen muchas tablas de ejercicios recomendadas.

Para finalizar, si después de varios días teletrabajando, y aún después de seguir estos consejos la espalda duele debemos recurrir a ayuda profesional que pueda evaluar qué es lo que le sucede y corregir si es necesario esas posiciones erróneas que se han repetido durante el tiempo.
Como ya hemos hablado en otras ocasiones en este blog, los problemas de espalda derivan en patologías de columna más graves y puede ser necesario el uso de corsets ortopédicos o incluso otras soluciones como la Ozonoterapia, muy efectiva para aliviar los dolores de espalda.
Si buscas una clínica de ozonoterapia en Asturias, el Doctor Kelvin Piña es un especialista en esta terapia. Por ello, no dudes en consultar sobre las posibilidades de este tratamiento.

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